lunes, 9 de marzo de 2015

Hindsight: segundas oportunidades




Hoy me apetece hablaros de otra de esas series que debemos de ver yo y otros tres gatos. De hecho, ni siquiera hay menciones de ella en The AV Club. Se trata de la última incursión de la cadena VH1 en el mundo de las series. ¿VH1? Sí, ese canal de vídeos musicales que nació en los ochenta como alternativa a la MTV, y al que normalmente no te acercarías ni con un palo.



El caso es que el canal ha sabido aprovechar el corpus musical y la ola nostálgica que nos invade para ofrecernos una serie maluza, pero perfecta para echar el rato: Hindsight. Y yo, que tengo un imán para la broza seriéfila, tenía que darle una oportunidad. Después de los episodios vistos (la primera temporada termina esta semana), mi veredicto es que sus cuarenta y cinco minutitos son perfectos para desconectar un rato después de comer. Eso sí, prohibido buscarle más de lo que da o darle demasiadas vueltas al asunto. Que para eso ya tenemos otras series con más enjundia.



Para empezar, observemos lo "original" de su premisa: Becca Brady (Laura Ramsey), a sus cuarenta y pocos, está a punto de casarse por segunda vez con el hijo de unos amigos de sus padres, a los que conoce de toda la vida. La víspera de la boda empieza a tener dudas sobre los fracasos y los errores que la han llevado hasta donde se encuentra en la actualidad, ya sea en su primer matrimonio, en su trabajo o la relación con su mejor amiga, Lolly (Sarah Goldberg), con quien no habla desde hace una década. Y, hete aquí que, de repente, regresa a 1995, al día de su primera boda, por lo que tiene una nueva oportunidad de corregir sus errores.


Es verdad que, hasta ahora al menos, no acabamos de entender muy bien cómo o por qué ha viajado al pasado, pero hay un personaje algo misterioso que podría darnos la clave (probablemente al finalizar la temporada, para dejarnos con un buen cliffhanger). Y, permitidme el comentario frívolo, pero estos personajes deben de tener un pacto con el diablo para ser los que mejor envejecen del mundo, porque quitando el maquillaje y la forma de vestir, tienen exactamente la misma cara y el mismo cuerpo en 2015 que en el 1995. Y ya os digo yo que eso sí que es un misterio...


Por cierto, al igual que sucedía con Outlander, no es una serie sobre viajes en el tiempo, aunque sea esto lo que desencadena la historia. Al contrario, la protagonista no sabe si corre el riesgo de volver al presente ni cómo podría hacerlo y hasta ahora, casi toda la trama se ha desarrollado en 1995 (solo algún flashback nos lleva a recuerdos de la protagonista en el futuro). Y, aunque supongo que Becca podría haber aprovechado mejor los conocimientos actuales para hacerse rica, salvar el mundo o algo así, sí que es cierto que, en lo profesional, su experiencia parece que va a resultarle muy útil. En lo personal no va a ser tan sencillo.  


La serie, supuestamente dramática, se basa en dos pilares fundamentales. Por un lado, tenemos el culebrón ligero, con una Becca que quiere hacer esta vez las cosas mejor, pero cuyas acciones modificadas tienen nuevas consecuencias y ramificaciones que no siempre son las que ella desea (el efecto mariposa mil veces mencionado en otras series; la última, hace solo unos días en El Ministerio del Tiempo). Con el conocimiento que le da la experiencia vivida, juega con una supuesta ventaja, pero las decisiones que toma resultan en muchos casos egoístas e incomprensibles para quienes la rodean, empezando por el que ya no es su primer marido, Sean, y el que ya no será el segundo, Andy. Y Becca también sabe que la cosas no iban a funcionar demasiado bien entre su hermano menor Jamie y su amiga Lolly, por lo que intenta que la relación acabe.


El otro pilar de la serie sería el tan de moda elemento nostálgico: Becca vuelve a 1995 y, teniendo en cuenta que, como ya hemos dicho, la VH1 es un canal musical, uno de los elementos fuertes es la banda sonora, con todos los grandes éxitos del pop-rock de la época, de Alanis Morrisette a The Cranberries. Y con una imprescindible lista de spotify incluida. La serie sabe de sobra a quién va dirigida, y son frecuentes los chistes y las referencias, desde AOL hasta el uso de los buscas. O Friends.


La música, claro, pero también la ropa y las propias actitudes de los protagonistas, todo nos lleva de vuelta a nuestra adolescencia. Es como si, de repente, estuviéramos viendo una secuela de Reality Bites (imposible no recordarla al escuchar a Lisa Loeb en uno de los episodios). Y, por qué no, quizá nos hace plantearnos lo mismo que la protagonista, qué habría sucedido si hubiéramos tomado otras decisiones... Y lo bueno es que, viendo cómo se las apaña Becca, quizá lleguemos a la conclusión de que las decisiones que tomamos fueron las mejores y que, pese a que nuestra memoria a veces nos engañe, cualquier tiempo pasado no fue necesariamente mejor.




martes, 3 de marzo de 2015

Borgen: todo por ¿la patria?



Hace ya algunos años, ante mi incapacidad de comprender algunas actitudes que se daban a mi alrededor, una amiga muy querida (y un poco cínica) me venía a decir algo así como "hay muy pocas cosas que muevan a los hombres, básicamente tres: sexo, dinero y poder".


Yo, que oscilo peligrosamente entre el cinismo y la candidez, sigo pensando que no, que las personas buscamos otras cosas. Pero series como Borgen parecen empeñarse en dar la razón a mi amiga. Y seguro que ella me diría ago así como "¿ves? si yo siempre digo la verdad"...


Empecemos por lo básico: Borgen (que vendría a traducirse como "el castillo") toma su título del nombre oficioso que se le da al palacio de Christianborg, sede de los tres poderes en la capital danesa. 


Allí es donde se desarrolla casi toda la trama de la serie, que arranca cuando Birgitte Nyborg (con una interpretación adulta y contenida de Sidse Babett Knudsen), líder del partido De Moderate asume el cargo de primera ministra, rompiendo con el bipartidismo en una coalición con la izquierda y los verdes. A lo largo de la primera temporada vemos cómo se desarrollan los juegos de poder entre los representantes de los distintos partidos. Al mismo tiempo, somos testigos del papel que desempeña la prensa, representada por el canal TV1. Tanto los partidos como el canal son ficticios, pero se basan en la realidad del país nórdico.


En ambos frentes, lo profesional afecta a lo personal más de lo que hubiéramos podido imaginar. Y ahí reside gran parte del interés de la serie. Desde una austeridad casi fría, vemos relaciones que se crean y se destruyen. Amistades y carreras profesionales que evolucionan, no necesariamente para bien. Personas que, casi de forma inconsciente, utilizan a los demás. ¿Por un bien superior? ¿Acaso hay algo superior que la propia persona? ¿El qué? ¿El bien común? ¿La verdad? ¿Qué verdad?


La primera ministra evoluciona y eso afecta a su familia y a sus relaciones con los demás. La Birgitte que nos sorprende con su entereza en los primeros episodios no es la misma que vemos proponer un pacto a su marido en la final de temporada. El poder (ya sea político o mediático) ejerce un atractivo casi incomprensible, que se lleva por delante ideales, amistades y, si te descuidas, hasta la salud. Toda naturalidad desaparece, cada palabra y cada movimiento están perfectamente medidos en su efecto y en su alcance para, según el caso, generar la simpatía del votante. O para minimizar los daños.


Otra cosa que sorprende y supongo que esto se debe a nuestra propia realidad española es el respeto que demuestran al servicio público. Eso hace que se enfrentan a algunos problemas con una seriedad que a nosotros, cuando menos, nos sorprende. Como española, resulta increíble que el uso de la tarjeta oficial para un pago puntual pueda costarle el cargo a un político. También parece poco verosímil que alguien se plantee renunciar a un puesto en la empresa privada porque choque con los intereses políticos de su pareja.


También resulta muy interesante ver qué tiene que decir la serie sobre el papel de la mujer. No en vano, dos de sus principales protagonistas son la propia primera ministra y la joven y ambiciosa Katrine Fønsmark (Birgitte Hjort Sørensen), presentadora y entrevistadora el canal TV1. Ambas tienen que abrirse camino en un entorno predominantemente masculino (y así se refleja, sobre todo, en el vestuario de la propia Birgitte). Mientras veía la serie no podía dejar de preguntarme si el conflicto de conciliación familiar que se le plantea a la señora Nyborg habría sido igual y se habría resuelto de la misma forma si fuera su marido quien hubiera llegado a las más altas cotas de poder. Sinceramente, creo que no. Y resulta doloroso que en un país tan avanzado como Dinamarca sigan funcionando así las cosas (¡qué difícil no plagar esto de spoilers!). Sin embargo, también es de agradecer que la serie sea mucho más que la historia de una "mujer política".


Acabada la primera temporada, me alegro de haber dado una oportunidad a la serie. Después de las recomendaciones, las expectativas estaban tan altas que era difícil que se alcanzaran. Pero hay que reconocer que da ganas de leer sobre política y actualidad del país (¿incorporarán algunas de las noticias que se han visto últimamente en los medios internacionales?). Y de hecho, pese a todo el cinismo y la desolación que a menudo permea la serie, casi parece un entorno político "sano" (sano pero dentro de lo creíble, que esto no es The West Wing) y da ganas de volver a interesarse por la cosa pública. Qué lejos nos queda Dinamarca, ¿verdad?