lunes, 23 de febrero de 2015

Girlfriends' Guide to Divorce: la evolución lógica



Hoy toca hablar de otra de esas series que parece que no ve nadie más que yo, pero que creo que podría tener su público. Si a los treinta eras fan de Carry Bradshaw y buscabas al príncipe azul, puede que a los cuarenta estés cansada y lo que necesites es hacerte amiga de Abby y su pandilla de alegres divorciadas.


Empecemos por lo obvio: Gilfriends' Guide to Divorce no va a entrar en el canon de la ficción televisiva. Mala, mala no es, pero tampoco es una gran serie. Y puede que ahí resida su interés. En su intrascendencia, en situarse en esa tierra de nadie ideal para pasar el rato, sin levantar ampollas ni plantear preguntas incómodas. Su drama no resulta especialmente doloroso, aunque hay lágrimas, y su comedia es más de sonrisa que de carcajada. No es un culebrón, pero los temas de pareja son fundamentales. Y tampoco es un análisis concienzudo de la búsqueda de uno mismo o del empoderamiento de la mujer. Pero lo que podía ser una rémora creo que es un acierto.


Girlfriends Guide to Divorce es una adaptación de la serie de libros homónima de Vicky Iovine, modelo, exchica Playboy, abogada y madre de cuatro hijos. En esta producción de la cadena Bravo (en su primera incursión en la ficción propia), Lisa Edelstein (la inolvidable doctora Cuddy de House) es Abby MacCarthy, una escritora de libros prácticos y de autoayuda sobre familia y maternidad. La serie arranca cuando nuestra protagonista, en plena promoción de su último lanzamiento, tiene que enfrentarse a su separación, algo aparentemente incompatible con lo que sus propios libros plantean. Así, la autora tiene que hacer frente a la "mentira pública" en la que vivía y encontrar un nuevo camino, tanto personal como dentro de su profesión. Por suerte, puede contar con sus amigas, que también han pasado o están en medio de situaciones similares: Phoebe, una exmodelo metida a diseñadora de joyas; Lyla, abogada con importantes problemas de convivencia con su exmarido y sus hijos; Jo, amiga de la universidad que está pasando una temporada con su hija en la casa de Abby; y Delia, colega de Lyla en el bufete, abogada agresiva que oculta un pasado del que no se siente orgullosa.


Como ya he dicho, aunque se tocan ligeramente otros temas, de lo que trata principalmente la serie es de cómo Abby tiene que lidiar con su separación de Jake, director de cine que lleva varios años en el dique seco y que, en plena crisis de la mediana edad, va por Los Ángeles con un Porsche y tiene una relación con una actriz bastante más joven que él. En la serie somos testigos de sus tira y afloja (probablemente lo más interesante, y un acierto que el personaje de Jake tenga entidad y protagonismo, y no sea simplemente "el villano"), de la búsqueda de una nueva identidad por parte de Abby, de la educación de sus dos hijos, la posibilidad de un nuevo amor, la necesidad de reactivar su carrera como escritora ahora que la estructura que fundamentaba sus libros se ha derrumbado... El resto de personajes no están especialmente dibujados, pero Abby y Jake me gustan mucho y Lisa Edelstein tiene un caramelito entre manos. La serie ya está renovada para una segunda temporada, así que ahora que la primera temporada está acabando, quizá sea un buen momento para echarle un vistazo.


La serie no busca ser rompedora ni especialmente inteligente. Pero consigue sus objetivos con creces: supongo que quien se encuentre en una situación similar a la de la protagonista, podrá identificarse más y sentir mayor empatía, pero para el resto, resulta ligera y entretenida. Señoras blancas, guapas y de clase alta, en una edad difícil, de las que se van de compras cuando les baja la moral y que siempre se tendrán unas a las otras, aunque solo sea para tomar un gintonic y hablar de cómo les va con sus nuevos novietes. No podíamos esperar menos de la cadena cuya estrella son las Real Houswives de Beverly Hills. Por último, si véis la serie puede que os resulte curioso saber que una de las productoras, junto a la propia Iovine, es Marti Noxon, que también fue guionista y productora de Buffy, la cazavampiros. El guiño que Girlfriends hace a la serie me parece muy gracioso.




miércoles, 4 de febrero de 2015

Aventuras en el ensayo técnico






Estas semanas están teniendo lugar los ensayos técnicos previos a los desfiles del Carnaval de Río de Janeiro. Una de mis amigas, cuyo marido toca percusión en varias escuelas de samba, me invitó a ir con ella a disfrutar de uno de estos ensayos y no podía dejar escapar la oportunidad. Os cuento.




Aquí el carnaval se va cocinando a fuego lento durante todo el año. En las escuelas de samba se celebra una suerte de concurso interno para elegir la samba-enredo (se denomina así a la samba con una letra acorde al tema que la escuela ha elegido para el desfile) que los representará en el sambódromo. Se trata de un tema musical circular, ya que debe repetirse durante todo el tiempo que dure el desfile (según las bases del concurso, un máximo de ¡82 minutos!).



Por cierto, las bases del concurso de sambas en este templo del carnaval carioca son bastante extensas y complicadas, con nueve categorías o "quesitos" y cuatro jueces por cada una de ellas. Por ejemplo, se juzga la calidad de la samba-enredo, las carrozas alegóricas, los disfraces a juego, la armonía de todo el conjunto y la batería, que es el cuerpo de percusión de la escuela de samba y el verdadero corazón musical del desfile, ya que con la distancia es casi lo único que se escucha. Además, es el primer criterio de desempate.


El caso es que me fui al sambódromo, al que es muy fácil de llegar tanto en autobús (GoogleMaps es tu mejor aliado para mirar recorridos y horarios de bus en Río) como en metro (apenas diez minutos desde la estación Central do Brasil y algo menos desde Praça Onze). Lo malo de los ensayos técnicos es que no hay carrozas ni los grupos llevan el disfraz temático, aunque sí van uniformados. Lo bueno es que la entrada es gratuita y, visto los precios prohibitivos de las entradas, creo que en los ensayos es donde están los cariocas de a a pie (sí, si compras a través de la Liesa, en los días concretos en que venden las entradas, la cosa cambia, pero yo soy una guiri tonta que no lo sabía, y las agencias de viajes se aprovechan bien; ahora las entradas rondan los 150-200 euros por cabeza).





Como mi amiga me llamó a última hora diciéndome que no iba a poder venir, tenía dos posibilidades, volverme a mi casa o comprarle una cerveza a uno de los cientos de vendedores ambulantes que recorrían el graderío (recomendación práctica, hay que llevar un cartón, periódico o similar para colocarlo entre el hormigón sucísimo de las gradas y nuestro lindo trasero) y disfrutar del espectáculo sola. Y ya que estaba allí... Una de las cosas maravillosas de los brasileños es que rápidamente te acogen y terminé bailando con un grupo que había alquilado un minibús para venirse desde Petrópolis a ver el ensayo técnico. Que al mismo tiempo compartía sándwiches y cervezas con otro grupo familiar que había al lado. Porque aquí la gente viene de pícnic, queridos. Mayores, niños, neveras de plástico, cajas de corcho. Todo vale. El toque de realidad lo pusieron unos chavalines de, como máximo, ocho o nueve años que se afanaban entre los asistentes, recogiendo las latas y vasos que íbamos dejando. ¿Os he dicho que Brasil es campeona de reciclaje? ¿En un país en el que no se separan los residuos domésticos? Otro día os lo cuento...


El domingo ensayaban tres de las escuelas del Grupo Especial, que viene siendo algo así como la primera división de las escuelas de samba: Ilha, Portela (mi favorita, con un homenaje a los 450 años de la ciudad) y Salgueiro. Además, llevo más de un mes bailando sus sambas en las clases del gimnasio, así que casi no me hizo falta el cuadernillo que repartían en la entrada del sambódromo, con las letras de las canciones para que acompañes sin problemas a tu escuela favorita. Aunque me lo traje de recuerdo.


Seguro que ya sabéis que el sambódromo, en teoría, no es más que un sistema de gradas de hormigón a lo largo de algo más de 500 metros de la calle Marqués de Sapucaí. Pero es mucho más que eso. Para empezar porque su diseño corresponde al gran arquitecto brasileño Óscar Niemeyer. Y eso eleva y dignifica una construcción en la que la economía de las formas se somete plenamente a la función. El problema, que solo una mínima parte de las plazas disponibles están cubiertas. Y el domingo nos cayó el diluvio universal encima.


Las lluvias en Europa no son como aquí. Salvo excepciones, en España la lluvia es fría, constante. Aquí la lluvia es salvaje y torrencial. Caliente y agresiva. Y con un aparato eléctrico que deja víctimas mortales. Y entre el desfile de la Ilha y el de Portela, mientras hacíamos cola para ir al baño, se desató un tormentón. Entre eso y que ya eran las diez de la noche, se me acabó la fiesta. Con mis pintas de Miss Camiseta Mojada 2015 y el chapoteo de las zapatillas, lo que más me apetecía era agarrar un taxi (aquí hay tantos uruguayos y argentinos, que mejor evitar lo de "coger un taxi" y no es un mito, que realmente se ríen de ti), pero no hubo suerte. Lo bueno es que en el metro, camino de la zona sur, todos íbamos pingando... Y ya sabéis que mal de muchos...


El caso es que durante casi dos horas fuimos felices, en una comunión con un graderío repleto de gente totalmente entregada a la samba. En primer lugar salió la batería, hizo un pequeño recorrido y luego retrocedió para dar paso a la escuela con sus carros alegóricos (en este caso, unos carteles anunciando dónde irían las carrozas, no olvidemos que esto no era más que un ensayo), sus reinas, los distintos grupos de la escuela, etc. Casi ni me reconozco, pero tengo ganas de más. Tengo muchas ganas de Carnaval.



lunes, 2 de febrero de 2015

Transparent: conócete a ti mismo



Bueno, pues hoy, a pesar de la falta de tiempo, me apetece dejarme caer por aquí para hablar de otra serie que he devorado en nada. Ya sé que llego tarde a la fiesta, pero así se la recuerdo a quienes (dudo que) la hayan olvidado.


La verdad es que cuando se empezó a hablar de Transparent en los blogs de series, me echó un poco para atrás la temática. ¿Qué iba a ser? ¿Una crítica social? ¿Una defensa de la diferencia? ¿Una nueva vuelta de tuerca a la familia disfuncional americana? Luego empezaron a llegar los reconocimientos, los premios y a mí me seguía dando pereza ponerme con ella...


No fue hasta terminar la estupenda Mozart in the Jungle (de la que tengo que hablar también por aquí, aunque resumiendo mucho diré: ¡no os la perdáis! ¡la realidad siempre supera a la ficción!) que me dije "me gusta el estilo Amazon a la hora de hacer series, habrá que darle una oportunidad a Jeffrey Tambor. Al fin y al cabo, ¡es Jeffrey Tambor!)" Y cuánto me alegro de haberlo hecho.


Como seguramente ya sabe todo el mundo, al menos si se está mínimante interesado por las series, Amazon se ha lanzado a la producción de su propia ficción y los episodios se pueden comprar de forma muy sencilla. Además, algunos pilotos están disponibles de forma gratuita, así que no tenemos excusa. En cuanto al argumento, es el siguiente: Morty Pfeffermann (J. Tambor) es un profesor de universidad jubilado que decide hacer pública su condición de transexual. Esto lógicamente afecta a su relación con quienes le rodean y, especialmente, con sus tres hijos adultos. 


Efectivamente, aunque es rápido de resumir, podría costarnos comprender los efectos que una bomba de esas características puede tener para el propio protagonista y su familia, que para empezar ya muy normal no es que fuera. Pero la serie lo consigue. Con creces. Lo interesante de esta apuesta de Amazon, que a la sazón sirvió de abanderada del gigante de Internet, es que, a pesar de la omnipresencia de Morty/Maura, los conflictos son externos a la propia Maura (que ya nos muestra durante una serie de flashbacks que nos llevan a los noventa cómo empezó su camino de autonocimiento) y esta "salida del armario" no es más que el detonante de algo que quizá ya estaba por llegar para el resto de personajes. 


La serie es valiente, sobre todo porque es capaz de tratar temas muy espinosos, desde la transexualidad o el divorcio hasta la eutanasia, con una delicadeza y un respeto encomiables. Sí, sus personajes son excéntricos y, en algún caso, inadaptados, pero están tratados con un gran cariño y una enorme empatía. El egoísmo de los hijos, con una agenda propia, bastante perdidos en una vida demasiado fácil y con unas actitudes que se ven alteradas/azuzadas por el ejemplo de su padre. El "calvario" de la exmujer, atada a un segundo marido en fase terminal de Alzheimer. Y la propia Maura, sensata y valiente, en un camino de autoaceptación y autodefensa que la lleva a la soledad. La dignidad que Tambor insufla a su personaje, lejos de cualquier histrionismo, es fundamental y no queda más que postrarse ante una interpretación brillantísima. Por último, no puedo dejar de destacar la banda sonora, con unos títulos de crédito maravillosos (¡esas fuentes!), que solo se ven alterados en el octavo episodio, el único que se desarrolla totalmente durante uno de los flashbacks que, en el resto de capítulos, se alternan con el presente. Un piano delicadísimo que se opone a los temas folk/pop con que se cierran los episodios.


La serie nos hace reir y nos hace pensar. Pero sobre todo, sobre todo, nos hace sentir. Y eso es muy bueno. Quién nos iba a decir años atrás que la ¿televisión? sería esto... Si Amazon ya me tenía ganada con los libros, ahora ya no tengo excusa para seguir viendo series. Y si en algún momento pudimos pensar que la serie podía tener poco recorrido, el camino de autodescubrimiento de los personajes y las cuestiones que se plantean de cara a una segunda temporada, con esa incómodisima escena final, resultan de lo más prometedores. Me quedo con muchas ganas de saber más de los Pfeffermann.