martes, 5 de agosto de 2014

Paseando por Río




Me encanta pasear. Hacer senderismo con mi perro es uno de los grandes placeres de la vida y aunque, por distintos motivos, aún no hemos tenido la oportunidad de conocer las rutas de naturaleza que hay por Río, espero poder hacerlo en cuanto sea posible. 


También me apasiona caminar por la ciudad. Como turista, soy eminentemente urbanita. No tengo nada contra otro tipo de destinos, pero en mis vacaciones, no hay nada como tomar un plano y patear calles, disfrutar de las fachadas, las tienditas, los cafés, los restaurantes, entrar aquí, comprar una tontería allá. Hablar con la gente, aunque sea por señas. Visitar una exposición que te has encontrado por el camino. Escuchar un concierto. Así fueron mis últimas vacaciones y así espero que sean las próximas.


Cuando la gente se entera de que te vas a vivir a un lugar nuevo, en ocasiones se hacen la idea de que vas a vivir en una especie de limbo vacacional, que en quince días o un mes vas a tener tiempo para dejarlo todo hecho: subir al Corcovado, al Pan de Azúcar, pasear por Ipanema, comprarte unas Havaianas y beberte todas las capirinhas de Copacabana... Pero la realidad suele ser bien distinta. Primero la mudanza y la adaptación a un nuevo barrio y, más tarde, el trabajo y la vida diaria no suelen dejar mucho tiempo para hacer turismo puro y duro. Además, siendo totalmente sinceros, tampoco tienes necesidad de sufrir día sí y día también las apreturas de los puntos más turísticos (especialmente durante la Copa, que fue una invasión en toda regla) y convertirte en blanco de la baja delincuencia. Al fin y al cabo, tienes tiempo de sobra para visitar la ciudad con mesura y para descubrirla poco a poco y más a fondo de lo que podrías permitirte si apenas fueras a estar aquí solo unos días. 


A pesar de todo, eres muy consciente de que hay una serie de imprescindibles que no puedes dejar pasar. Y es ahí donde empiezas a buscar rutas urbanas. Como es lógico, aparecen muchas guías turísticas en distintos idiomas, sin que falten en ningún momento el inglés y el español, desde las típicas que te llevan y te traen al hotel hasta aquellas en las que solo tienes que aparecer en un punto determinado, unirte y luego pagar lo que consideres adecuado. Aunque siempre es bueno tener un guía, no estoy segura de que sea necesario ir de la mano de alguien para conocer lo más evidente...


Pero hay un Río que, sin estar oculto, sí escapa al turista apresurado. Es para ese Río para el que sí merece mucho la pena que te lleven de la mano a descubrir joyas que quizá de otro modo te pasaran más inadvertidas. Y yo he tenido la suerte de encontrar la forma ideal de conocer esa cara de la ciudad. 


Con la fantástica idea de descubrir a los cariocas su propia ciudad y de poner en valor el patrimonio de Río, la facultad de Geografía de la UFRJ y el Profesor Dr. João Baptista Ferreira de Mello organizan los llamados Roteiros Geográficos, que cada cierto tiempo escogen un lugar destacado de la ciudad para recorrerlo, redescubrirlo y aprender a apreciarlo. Aunque existen rutas diurnas y nocturnas, así como caminatas durante la semana, yo solo he podido participar en los paseos que se han organizado los domingos. Cosa que espero solucionar muy pronto.


Con una filosofía parecida a la que animaba aquellos imprescindibles paseos por la Promenade de Létang y Sidi El Houari que organizaban el Instituto Cervantes y Oran Bel Horizon, por mucho apoyo institucional o mediático que se pudiera conseguir, al final todo se debe al compromiso personal de quien lleva a cuestas la responsabilidad de la organización y que desea compartir su amor por la ciudad. No sé si se obtendrá alguna compensación material, pero madrugar un domingo por la mañana para recorrer las calles de Río para abrirle los ojos a tus conciudadanos no es algo que se pague con dinero. Y eso es lo que hace el profesor Ferreira de Mello. 


Este domingo pasado nos llevó a la Catedral Metropolitana y paseamos por Lapa, Cinelandia y Gloria. Visitamos el Centro Cultural Justiça Federal y llegamos hasta el Palacio de San Joaquín. Las visitas son didácticas y con un tono muy ameno. Y, aunque todas las explicaciones son en portugués y el destinatario de estos roteiros es el carioca medio, nunca faltan extranjeros interesados en ir más allá de lo más evidentemente turístico. Hace un par de semanas estuvimos escuchando la misa cantada de São Bento y visitando la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria. Y un par de semanas más atrás conocimos el plan Porto Maravilha, comenzando por la restauración del Edificio A Noite, uno de los primeros rascacielos de Brasil y sede de la antigua radio nacional, y siguiendo con la recuperación de la zona portuaria, en plenas obras, y con la construcción del Museo del mañana, de Santiago Calatrava.


Hay un Río de Janeiro que aparece en los mapas, pero que suele quedar fuera de las apretadísimas rutas de los turistas que dejan caerse apenas unos días por la ciudad. Por suerte, la Ciudad maravillosa tiene mucho que ofrecer a todos: puedes aplaudir a la espectacular puesta de sol en Arpoador y puedes disfrutar de la Ópera de Malandro en esa pequeña joya que es el Teatro Municipal. Y, si tienes suerte, conoces a alguien como al profesor Ferreira de Mello y aprendes a amar una ciudad que, maravillosa e imperfecta, cada vez más empiezas a sentir tuya.




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