martes, 24 de diciembre de 2013

Feliz Navidad

Aprovecho mi rinconcito bloguero para desearos unas muy felices fiestas y para agradeceros los momentos que hemos compartido durante estos meses. Para ello, os invito a disfrutar de esta pequeña pieza (más información, aquí) del gran Benjamin Britten, cuyo primer centenario hemos celebrado recientemente. Un fuerte abrazo y ¡¡¡Feliz Navidad!!!



lunes, 23 de diciembre de 2013

Esas novias locas, locas, locas



¿Estás cansada de los programas de vestidos de novia, tartas de siete pisos con su ganaché, su frosting y sus muñequitos de fondant, de los ojos de corderito, del merengue y las cursiladas asociadas al matrimonio? Entonces el programa que he descubierto es para ti.


El domingo, en pleno hartazgo por los sempiternos programas de repostería de Divinity terminé aterrizando en una bizarrada que me dejó pegada al sofá un buen rato. Podríamos decir que es la antítesis del Me pido este vestido y se llama Bridezillas o, como se ha titulado muy acertadamente en España, donde lo emite el canal Nova los sábados y domingos a las doce del mediodía, Novias al borde de un ataque de nervios


Efectivamente, aquí las novias no tiernas jovencitas deseosas de contraer nupcias, felices en su nube de algodón y buscando el vestido que termine de convertilas en princesas por un día. Aquí las protagonistas son desagradables, pasivo-agresivas y están totalmente desquiciadas. 


El programa explota esa fea costumbre tan humana de reirse del prójimo. Aquí no te alegras por los logros de las chicas, ni deseas que las cosas les salgan bien. Aquí te mondas porque son incapaces de actuar con madurez, porque son unas divas de pacotilla, porque son incapaces de mirar más allá de su ombligo y porque traen por la calle de la amargura a todo el que se cruza por su camino. Los pobres novios tienen poco o nada que decir y, en ocasiones, son la principal víctima de estas locas.


El programa es tan malvado en su planteamiento (y un poquitín machista también, la verdad), que quiero pensar que todo está tan absolutamente guionizado que nada de lo que vi tiene ni un ápice de realidad, porque esas chicas son un ejemplo terrible y una vergüenza para la especie. No me imagino que nadie esté así de mal de la cabeza (sin que sus allegados hayan tomado cartas en el asunto y hayan pedido ayuda profesional) y menos aún que las chicas esté dispuestas a mostrarlo ante el mundo entero. Y sin embargo, terminé tragándome un episodio entero de gritos, llantos, pataletas, violencia pre-conyugal y todas las fases imaginables de la inestabilidad emocional. Tremendo.


Así que, ya sabéis, si os cansáis de los cupcakes de Alma, del pelo azul de Amy y de las novias felices, es el momento de las Bridezillas. Pero luego no digáis que no os lo advertí.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Sin reservas y sin complejos




El otro día, al terminar la entrada sobre Treme, me di cuenta de que no había mencionado el peso que las tramas de Jeanette Dessautel tiene en la serie. Es uno de los personajes más entrañables de la serie y sus aventuras y desventuras en el mundillo de la restauración de alto nivel es otra de esas cosas que solo una serie como la de David Simon podía reflejar con tanto cariño y tanta verosimilitud. Y esa autenticidad se debe en gran medida a que el señor Simon ha conseguido la colaboración de una persona que conoce bien ese microcosmos, Anthony Bourdain, que firma el guion de algunos episodios.


No obstante, Bourdain es sobre todo conocido por su serie de documentales sobre viajes y gastronomía, No Reservations, en Travel Channel. En ellos, este mediático cocinero y escritor dedica cada episodio a una ciudad, región o país a través de los cinco continentes, ofreciéndonos una pequeña muestra de su cultura gastronómica.




La temática es apasionante y no en vano ha dado para ocho temporadas, varios especiales y una nueva serie titulada Parts Unknown. Y sin embargo, a pesar de que aúna dos de los temas que más atractivos pueden resultarnos a cualquiera, a mí no me termina de convencer. 


Al principio creía que la primera temporada era de exploración. Bourdain intenta encontrar el tono y en muchas ocasiones el guion que tienen preparado no da el suficiente juego como para hacer del episodio algo interesante, así que lo aliñan con, ¿cómo lo diría? ¿“Teatrillo”? ¿Idas de olla? Digamos que son meros minutos de relleno. 
A partir de la segunda temporada procuran reducir el protagonismo de Bourdain y se centran más en los propios destinos y lo que pueden ofrecer en términos no solo de gastronomía, sino también de la vida más o menos cotidiana... La estructura típica de este tipo de episodio sería: Anthony llega al destino y algún personaje local le lleva a un par de restaurantes populares y más tradicionales; si ha lugar, después muestra la cocina de autor y, finalmente, participa en alguna comida de corte familiar. Estos son los episodios que atrapan, hasta que vuelven a las andadas y se les olvida que lo interesante no es ver a Anthony ofreciéndonos sus supuestas perlas de sabiduría, sino descubrir el destino a donde nos ha llevado esa vez.





Así, pese a que soy público cautivo de este tipo de documentales, no acaba de gustarme No Reservations y más o menos me he quedado estancada en la quinta temporada. Si el destino es relativamente exótico (olvidaos de casi cualquier destino en Estados Unidos o Europa) o da juego (los episodios sobre Líbano, Laos o Haití, por ejemplo, son brutales), el programa puede ser la mar de entretenido, pero en demasiadas ocasiones el personaje se come al programa. El ego de Bourdain podría dar sombra a un país entero y cuando hace el mismo chiste sobre los vegetarianos por quincuagésima vez, terminas por cogerle un poco de manía. Claro que es importante que en un programa así no esconda su personalidad, pero en ocasiones resulta molesto. Además, a pesar de ser de los que presume de no ser un turista, en más de una ocasión termina cayendo en los tópicos que tanto detesta y se queda en lo más superficial, sin llegar a profundizar en la cultura que quiere mostrarnos... 


Y es una pena, porque la combinación de presentador carismático y viajes gastronómicos normalmente me encanta, como sucede en muchos otros casos. Así que, por el momento, una servidora deja aparcado a Anthony... De todas formas, parece que estoy sola en esto, visto que tanto la popularidad como los premios le acompañan. Si le dais una oportunidad a la serie, ya me diréis si a vosotros sí que os convence.


lunes, 16 de diciembre de 2013

La vida sigue igual



Hay series de consumo rápido, que tienes que ver al día siguiente de su emisión, que generan ansia por comentarla, que fomentan la conversación con otros seriéfilos y que dan lugar al debate. Y luego están las series de consumo lento, que para mí son como ese dulce que comes con parsimonia, deleitándote con su sabor y procurando que el placer se prolongue el máximo tiempo posible. Treme es una de esas series.


A la serie de David Simon (y de Eric Overmeyer) se le ha echado en cara que no pasa nada, que pasan incluso menos cosas que en The Wire. Y no es cierto. En este barrio de Nueva Orleans que da título a la serie pasan muchas cosas. Si leemos la sinopsis de cualquier capítulo veremos la multiplicidad de situaciones y personajes, su evolución o estancamiento (que también es una forma de evolución, ¿no?). Lo que pasa es que, como en la vida, los protagonistas se enfrentan a pequeñas batallas cotidianas, anécdotas que, cual efecto mariposa, parecen no tener importancia pero cambian inexorablemente el curso de sus vidas.


El punto de partida de Treme es básico y por todos conocido: se trata de explorar la vida y las dificultades de los habitantes de Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, que destruyó gran parte de la urbe en 2005. Una vez más, Simon, ese Dickens del siglo XXI, es capaz de ofrecernos un retrato social que va más allá del mero documental: una estampa hiperrealista que sublima y destila lo circunstancial para mostrarnos el alma de una ciudad única, pero que funciona como espejo de anhelos y sentimientos universales.


Como sucedía con The Wire, la serie no es tímida a la hora de denunciar miserias; además, no se limita a las más evidentes, como los fraudes o las malas prácticas, sino que también somos testigos de las pequeñas adversidades, la incomunicación, la soledad... El gran acierto de Treme, además, es que a pesar de todo siempre hay un lugar para la esperanza. Aunque los personajes se golpean una y otra vez contra los mismos muros, no pierden las ganas de luchar. Estos verdaderos “ciudadanos coraje” trabajan, acaso de manera inconsciente, por hacer de su vida y de la ciudad que aman un lugar mejor, aunque quizá los frutos no sean visibles. Ese optimismo y esa honradez que tan bien se reflejan en la música que inunda toda la serie es lo que hace que, como espectador, no tires la toalla ni termines de hundirte ante todas las injusticias, la lucha y el dolor que transmiten algunos de los episodios. 


Evidentemente no es una serie fácil, cada capítulo te deja el corazón encogido, el alma dolorida y la cabeza a mil por hora, y por eso no es una serie de rápida digestión. Trata cuestiones sociales y plantea cuestiones morales. No funciona en modo maratoniano y, en mi caso, necesito días y días para recuperarme, para recomponer los cachitos en que me parte. Aún voy por la mitad de la tercera temporada y voy degustándola a sorbitos, un episodio ahora, otro dentro de un mes, luego dos días seguidos, dependiendo de mi estado de ánimo, de mi capacidad de empatizar y de mi fortaleza. 


Porque es una serie dura. Y, evidentemente, no es una serie rentable en términos económicos, aunque creo que con el tiempo se irá redescubriendo y se le irá dando la importancia que merece. Es de esas ficciones que servirán de ejemplo de lo que éramos; más que las frías noticias de un periódico, sus episodios servirán de testimonio histórico de la vida cotidiana, del impacto de la política en la dignidad humana. 


La HBO ha sido generosa con Simon, a sabiendas de que le deben parte de su reputación de canal de culto, dejándole terminar una serie que debemos de ver cuatro gatos (aunque es mucho más que una serie, como podemos ver aquí o aquí). Descubrir Treme es amar sus calles, su música y a sus protagonistas... Y conocer esta serie es de lo mejor que nos puede pasar, aunque duela. Dadle una oportunidad, terminaréis enamorados. 




jueves, 12 de diciembre de 2013

Agenda musical prenavideña




Si sois de los que ya habéis puesto el árbol y el belén, si habéis formado parte de la marea humana de la calle Preciados o si simplemente os gusta la navidad y queréis empezar a poner vuestro ánimo a tono con el calendario, aquí os dejo algunas propuestas de música vocal para los próximos días. Espero que alguna os interese; si es así, seguro que nos veremos.




Me temo que ya voy tarde para invitaros a disfrutar de El Mesías de Händel en Madrid, ya que el último de los dos conciertos participativos tuvo lugar anoche en el Auditorio Nacional. De todas formas, es un evento que se repite anualmente y os recomiendo vivamente que no os lo perdáis en próximas convocatorias. Yo he tenido la suerte de cantarlo este año por primera vez y es una auténtica gozada... Definitivamente, es mucho más que su celebérrimo Aleluya. En cualquier caso, si estáis el próximo viernes 13 en Burgos, aún estáis a tiempo de verlo en la misma versión que en Madrid, con la Orquesta barroca de Sevilla y el Ensemble Jacques Moderne junto a un numeroso grupo de cantantes amateur, todos bajo la dirección de Andreas Spering. Ese mismo día podéis disfrutar de otra versión de esta obra cumbre en Valencia (en el Palau de la música), esta vez a cargo de la orquesta y la coral catedralicias de la ciudad, bajo la dirección de Juan Luis Martínez. En ambos casos, la entrada es de pago.




De todas formas, mi idea era centrarme en Madrid, porque si no, no terminaría nunca (mi querido coro Ad Libitum de Mérida, por ejemplo, tiene una agenda de lo más completa para todo el mes de diciembre; si estáis por Extremadura estos días, echad un vistazo a su página de Facebook)... Así que, de vuelta en Madrid, el mismo día 13 tenemos un concierto del Telemann Ensemble en la Iglesia de Nuestra Señora de Covadonga, en el que este grupo de música barroca nos ofrecerá obras de Bach, Telemann, Purcell, Corelli y Vivaldi (entrada libre).


Al día siguiente, el sábado 14, el Coro de Cámara de Madrid presenta su proyecto “Música en los tiempos de El Greco” con un concierto en el que el conjunto dirigido por Ana Fernández-Vega interpretará obras de autores renacentistas como Victoria, Palestrina, Vivanco o Croce (entrada libre). En mi opinión, es uno de los mejores coros no profesionales de Madrid, así que si tenéis ocasión, no os lo perdáis. 




El domingo 15, es el turno de otro de mis grupos favoritos de Madrid, el coro de voces iguales VokalArs que, bajo la dirección de Nuria Fernández, actúa en la parroquia de San Nicasio, en Leganés, con obras de Britten y Rutter. Este mismo concierto lo volverán a interpretar el día 20 en el Real Conservatorio Superior de Música.




De ahí saltaríamos al jueves 19 de diciembre. Ese día, el coro Vía Magna interpreta, dentro del festival homónimo, la monumental Misa del Papa Marcello de Palestrina en la iglesia de Santa María La Antigua de Vicálvaro. Si no recuerdo mal, el precio de la entrada es de 12 euros...


Y, siguiendo con la programación del veterano Festival Vía Magna, que este año celebra su 23.ª edición, encontramos varios conciertos más que pueden resultar muy interesantes. Echad un vistazo a su programación, porque tiene cosas atractivas, como los conciertos que ofrecen el día 17 y el 20 el coro de la Escuela Coral de Madrid bajo la dirección de José Mena (además de un excelente profesor y contratenor, me dicen que es un director estupendo) u otros conciertos de grupos de jazz o folclore (aunque a algunos no acabo de verles la temática navideña...) 


Entre mis favoritos de siempre de este festival están la Coral Polifónica Sagrada Familia, que bajo la dirección de José Luis Ovejas suele ofrecer conciertos de corte más tradicional y que este año podremos escuchar el viernes 20 en Moratalaz y el sábado 21 en la iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (entrada libre), y el Grupo vocal siglo XXI, que acostumbra a dar conciertos contemporáneos con músicas y ritmos de todo el mundo y que, esta vez, actuará el día 22 en la Iglesia de San Martín (entrada libre).


Por último, me vais a permitir que os invite al concierto en el que yo misma participo... El sábado 21, el Coro arteSonado, bajo la dirección de Rodrigo Guerrero, ofrece un concierto de adviento con el título “... Que no todo el mundo la ve”, en el que se ofrece una visión caleidoscópica de la relación del hombre con el misterio y que incluye obras desde el Renacimiento hasta el siglo XX de autores como Monteverdi, Scarlatti, Mendelsohn o Elgar. El concierto tendrá lugar en el Real Oratorio del Caballero de Gracia a las ocho de la tarde.


Así que ya sabéis, si queréis escuchar música sacra y empezar a abrir vuestro corazoncito a la navidad, ocasiones no os van a faltar en los próximos días. Aprovechadlas y disfrutad al máximo. Y si tenéis alguna sugerencia musical más, contadme, contadme... Entretanto, nos vemos de concierto.    



lunes, 9 de diciembre de 2013

La costurerita de Tetuán


Bueno, pues por fin me he puesto con la que parece que es la serie de moda (guiño, guiño) de este año. Y hay que reconocer que tenían razón los que la vieron en el festival de Vitoria y no han dejado de recomendarla desde entonces.


Tengo que confesar que le tenía un poco de tirria a El tiempo entre costuras. La novela nunca me atrajo demasiado y la forma de programarla a mala uva de los de Antena 3 (¿de verdad no tenían otro día más que el lunes?) me habían puesto un poco a la defensiva, pero ahora que Isabel ha terminado su estupenda segunda temporada, era hora de ponerme con ella. Así que estos últimos días le he dado un buen tute y me he visto los primeros cuatro episodios.


Como ya sabéis, El tiempo entre costuras adapta la popular novela homónima de María Dueñas, publicada con enorme éxito en 2009. En ella, la joven modista Sira Quiroga abandona una España a punto de entrar en guerra para establecerse en el protectorado español de Marruecos. Por el momento, la serie sigue su camino de supervivencia y ascenso profesional desde unos orígenes humildes en Madrid.

Hay algunas cosas que no me acaban de gustar de la serie, como algún fallo de casting (ya lo había leído en alguna parte, pero es que lo de Rubén Cortada tiene delito) o algunos diálogos que suenan raros o que, directamente, son anacrónicos. Pero parece que ganan los aciertos, empezando por una luz y unas localizaciones que me tienen totalmente encandilada, o por unos personajes secundarios que atrapan.

Quizá la menos interesante, al menos por ahora, sea precisamente la protagonista, a pesar de que Adriana Ugarte es una delicia para la vista y ofrece una interpretación, en mi opinión, muy solvente. Pero me llama mucho más la atención el fresco social que pinta la serie, al ofrecernos una estampa de ese limbo que Marruecos representa durante la Guerra Civil. Creo (corregidme si me equivoco) que hasta ahora ninguna serie había llegado a representar esa irrealidad colonial, ese vivir el presente a lo Casablanca, ese crisol de nativos, funcionarios, exiliados, diplomáticos y vividores. O quiza, más bien, habría que hablar simplemente de supervivientes, ya que lo que hacen es eso, intentar sobrellevar sus circunstancias y hacer una vida lo más normal posible sin que les afecte demasiado la Historia con mayúsculas. Y precisamente de eso va la serie: de la supervivencia.


La serie hereda lo mejor de la tradición de esas grandes adaptaciones que Televisión Española producía hace ya tiempo. Boomerang y Antena 3 recogen el testigo y son capaces de crear un producto de gran calidad y, creo yo, fácilmente exportable. No estoy segura de si podría compararse con las grandes series que se han hecho en otros países, aunque creo que sí. Y, desde luego, pueden estar orgullosos del resultado. Incluso si la trama no fuera interesante (y, vistos los datos de audiencia, es evidente que sí que lo es), solo por la fotografía, el vestuario y las localizaciones ya merecería la pena. Así que es una suerte que al fin la haya descubierto. Ya tengo relevo para los lunes.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Adiós, Madiba

El mundo se queda huérfano de Nelson Mandela, pero siempre nos quedará su huella: para que la gente pequeña entienda que se puede ser grande, para que la brújula moral no deje de mostrarnos el camino...




miércoles, 4 de diciembre de 2013

Amigo Fernando



Resulta extraño reconocer el cariño o la influencia que pueden tener sobre mí personas a las que ni siquiera he llegado a conocer. Cuando anoche me enteré de la muerte de Fernando Argenta me invadió una gran tristeza de la que aún no he conseguido librarme. Me pasó algo parecido cuando, hace un par de años, perdimos a Miguel Delibes. No has llegado a conocerlos personalmente, pero los sientes muy cerca y te duele su marcha...


Supongo que no hace falta que os diga quién es Fernando Argenta (hoy, además, podéis encontrar su obituario en todos los medios). Seguro que alguna vez visteis El Conciertazo o quizá incluso fuisteis oyentes de Clásicos Populares. Este último fue un programa longevo, que permaneció en antena más de treinta años, y gracias al cual muchos aprendimos a perder el miedo a la música clásica. Y de ahí a amarla solo hay un pequeño paso.


Imagino que debí de empezar a interesarme por la música clásica en los noventa, aunque no lo recuerdo muy bien. Lo que sí que recuerdo bien son las sobremesas de mis años universitarios, riendo con las anécdotas de Fernando y Araceli. y admirándome por todo lo que sabían, por la capacidad de comunicar y hacer sentir a través de las ondas, por la calidad de sus propuestas y por la cercanía de la música. Y después, recuerdo la envidia que me provocaban los niños que asistían a El Conciertazo, descubriendo tan pequeños lo maravillosamente divertida que puede ser una música aparentemente tan elevada e inalcanzable. Lo que a mí me costaba esfuerzo y estaba aprendiendo siendo mayor, a ellos les resultaba tan natural como respirar. Y cómo no recordar la decepción y el enfado cuando ambos programas desaparecieron de la forma en que lo hicieron...


El problema de aprender música de adulto es que eres mucho más consciente de tus limitaciones. Sé que nunca seré una buena intérprete, pero creo que sí podré llegar a ser una buena aficionada. Y ese amor, esa sensibilidad y esa pasión que en mí despierta la música clásica, un género al que cada vez dedico más tiempo, se debe en gran medida a la gran labor de divulgación a la que Fernando Argenta dedicó toda su vida. Solo espero que su legado no se pierda y que se siga enseñando a las generaciones futuras que la música clásica está al alcance de todos. Descanse en paz nuestro amigo Fernando, al que echaremos tanto de menos y que, allá donde esté, siga enseñando a los niños quiénes fueron el Viejo peluca o el Curilla pelirrojo.