viernes, 30 de agosto de 2013

Casual Friday: Gainsbourg

Algunos ya sabéis que me encanta la música. Como es viernes me gustaría que disfrutáramos juntos con alguna piecita. Estamos a punto de entrar en el fin de semana y tampoco es plan de ponernos con profundos análisis seriéfilos. Así que, ¿por qué no dejar descansar un momento de aquello que nos traigamos entre manos y relajarnos con un poco de música?


Serge Gainsbourg es una institución en Francia. Este pintor frustrado, parisino de nacimiento, compuso algunas de las más bellas canciones populares del país y, a pesar de sus contradicciones y su personalidad conflictiva y provocadora, o quizá precisamente por ello, a pesar de su muerte en 1991, sigue bastante presente.


Quiero dejar de lado su aspecto más conocido como poeta maldito (las letras de sus canciones encierran mil malabarismos linguísticos y conceptuales absolutamente rompedores y deliciosos) para escuchar un tema aparentemente sencillo. Es una de mis canciones favoritas, de la que se han hecho bastantes versiones (aquí una, y otra, y otra), aunque la original es insuperable. Podría escucharla una y otra vez. Se trata de su primer éxito, Le Poinçonneur des Lilas, de 1958.



Es una canción triste, cuyo ritmo frenético y un poco jazz emula el sonido del tren, a bordo del cual huye la fantasía del controlador de la estación de Lilas, soñando con un mundo mejor, lejos de la rutina de los orificios que continuamente practica en los billetes y que repite machaconamente en el estribillo.

Je suis le poinçonneur des Lilas                                 Soy el controlador de Lilas
Arts et Métiers direct par Levallois                          Arts et Métiers directo por Levallois
J'en ai marre j'en ai ma claque                                 Estoy harto, estoy hasta las narices
De ce cloaque                                                                  De esta cloaca
Je voudrais jouer la fille de l'air                                 Me gustaría largarme
Laisser ma casquette au vestiaire                           Dejar la gorra en el vestuario
Un jour viendra j'en suis sûr                                      Algún día llegará, estoy seguro
Où j'pourrai m'évader dans la nature                   En que podré evadirme en la naturaleza
J'partirai sur la grande route                                     Partiré por la autopista
Et coûte que coûte                                                         Cueste lo que cueste
Et si pour moi il est plus temps                                  Y si ya no me queda tiempo
Je partirai les pieds devant                                         Partiré con los pies por delante

jueves, 29 de agosto de 2013

Recomendaciones...

Aunque para mí las series no son más que un pasatiempo y, desde luego, no me considero una experta,  entre mis "conocidos de la vida real" sí que tengo cierta fama de friqui de las series y de vez en cuando alguien me pide recomendaciones.

No me parece una tarea sencilla, yo sé lo que me gusta a mí pero no sé qué gustos puede tener la otra persona. Y esto de las series es muy personal. Si conozco bien a quien me ha pedido consejo, puedo más o menos adivinar qué serie le puede gustar, pero los resultados pueden terminar siendo un desastre.

Hay series que a todo el mundo le gustan, como Friends, Lost o Juego de Tronos, pero ¿cómo ir más allá? Recuerdo que, hace ya bastante, una amiga buscaba una serie que no fuera demasiado sesuda y, después de recomendarle Bones, me echó en cara que la serie era una absoluta estupidez y que no entendía cómo podía ver eso. No duró ni medio episodio. Así que, después de aquello, procuro contenerme. Cuando ayer mi querida dire-profe-amiga Marta me pidió que le recomendara algo, tampoco tenía muy claro qué le podría gustar y terminé recomendándole tres series, con la esperanza de que alguna le cayera bien.

Tenemos series "para chicas", que suelen ser comedias o dramas de época, con su historia de amor o su rollete culebrón. Y tenemos series "para chicos", con sus policías, sus tiroteos, sus investigaciones o sus superhéroes. Tenemos series para jóvenes, con sus tramas de instituto, sus inseguridades y sus historias de maduración personal. Y tenemos series para adultos, con sus tramas complejas, sus escenas subidas de tono y su seriedad. Y luego tenemos todo lo demás, todas las series que se resisten a la clasificación. O aquellas que comparten características. Porque como en todo, en las series, lo de la clasificación también implica una limitación que no siempre es útil. Y el acuñar nuevos términos, como el de "dramedia", termina igualmente por resultar poco práctico.

Además, tenemos los prejuicios. Como no soy fan de la ciencia ficción, no me apetece nada ponerme con Battlestar Galactica, aunque sea considerada por muchos como una de las mejores series que se han emitido. O como no soporto el rollo adolescente, paso de ponerme con Veronica Mars, aunque todos los que la han visto digan que va mucho más allá de lo que parece a primera vista.

Y luego están los placeres inesperados. ¿Por qué a un catedrático no le va a gustar Anatomía de Grey? ¿Por qué a una dulce abuelita no le va a gustar The Shield? ¿Qué serie le recomendarías a tu carnicero? ¿Y a un policía?

Supongo que lo ideal sería leer mucho, probar muchas series y, a base de prueba y error, ir filtrando aquellas que nos gustan. Pero entonces no haría falta pedir consejo. Así que, ¿qué hacer?

En serio, no tengo respuesta. No sé muy bien qué recomendar a alguien que quisiera ir más allá de Los Simpson. Por supuesto que The Wire, Los Soprano, Mad Men, The Good Wife y unas cuantas más son de las imprescindibles, pero ¿y luego? Así que admito sugerencias, no quiero que me recomendéis series, pero me gustaría que me contáseis qué métodos seguís para recomendarle determinada serie a alguien.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Septiembre, ven a mí

Creo que septiembre es mi mes favorito. Soy un ser extraño al que no le gusta el verano: hace calor, la actividad habitual del año se para y, si no eres de los que disfruta tostándose en la playa, los meses de julio y agosto se hacen interminablemente aburridos.

Por suerte, la vuelta al cole ya está aquí, y como apunta Alex en la última entrada de Basura y TV, septiembre viene cargadito de regresos. E incluso hay algún estreno que no pinta del todo mal. Así quedaría configurado mi calendario:



Empezamos el domingo 8 con Boardwak Empire. Esta es de las series que voy acumulando para ver a mi ritmo. Me gusta pero no me entusiasma. Supongo que el día que me ponga a verla en maratón os daré la chapa hasta enfermar.

Y justo al cabo de una semana, el domingo 15, vuelve Downton Abbey. Después de los dramones y el shock del especial de navidad, que nos atragantó el turrón a medio mundo, habrá que ver por dónde sale el señor Fellowes. Se puede intuir, pero habrá que verlo. Además, todo es tan pulcro y bello en esa serie...

Al día siguiente llega el único estreno que, por el momento, me llama la atención: Sleepy Hollow. Efectivamente, Fox se atreve a revisitar y a actualizar el famoso cuento de Washington Irving. Creo que la primera adaptación que yo vi fue una de Disney, cuando era muy pequeña, y desde entonces es una historia a la que tengo cariño, así que esta nueva versión me resulta atractiva. Aunque no tenga a Jonny Depp.




El martes 17, Jess y sus compañeros de piso vuelven para gritarse, pelearse, quererse y hacer el tonto. Parece mentira que New Girl ya vaya a por la tercera temporada. Además, este año se incorpora Coach, aquel compañero de piso que no pasó del piloto porque prefería seguir en Happy Endings...

Damos un pequeño salto y el día 23 comienza la que, por fin, será la última temporada de Cómo conocí a vuestra madre. La CBS debe de estar triste, pero la serie lleva ya algún tiempo alargando su inevitable final. A mí me sigue divirtiendo y tengo mucho cariño a sus personajes, pero ya es hora de echar el cierre. Algunos se preguntan cómo harán los guionistas para meter toda una temporada en un día y medio. Pero, ¿acaso no eran los saltos temporales la especialidad de la serie?

Un par de días después, el 25, vuelve Modern Family, pero creo que aún no terminé de ver la última temporada. No estoy segura de que la serie haya empeorado, pero terminé un poco cansada y me aburría. No sé si seguiré, la verdad.

El 26 vuelven The Big Bang Theory, que veo por solidaridad conyugal, y mi adorada Parks and Recreation. Me apena que Rob Lowe y Rashida Jones se vayan, pero esta última era un personaje que no daba mucho más de sí. Además, probablemente sea la última temporada de la serie, así que tampoco nos dará tiempo a echarlos de menos mucho más que al resto. Ya tengo que sobrevivir sin mi ración semanal de Tina Fey; no sé qué será de mí cuando se vaya Amy Poehler.

Y el domingo 29, como traca final, vuelven no una ni dos, sino tres de mis series. Y una de ellas es de mis favoritas absolutas:

En el tercer puesto, Homeland. Nunca fui su fan acérrima, así que para mí la segunda temporada tampoco fue la gran decepción que supuso para muchos. Creo que es poco más que una serie entretenida; tiene fallos y es engañosa. Dudo que la tercera temporada mejore. Habría funcionado bien como miniserie, pero decidieron estirar el chicle y convertirla en algo mucho más insustancial de lo que pretendía inicialmente. Así que le doy de margen el primer episodio de la tercera temporada. Veremos si luego sigo con ella.

En el segundo puesto, Revenge. Otra cuyo final de temporada anterior aún no he visto. Creo que voy a tener que hacerme un minimaratón con los tres últimos episodios, porque ni me acuerdo de hasta dónde habían llegado las tramas. Parece ser que, tras la marcha de su creador, quieren hacer una vuelta a las raíces. Yo lo único que le pido a esta nueva temporada es que desaparezcan los hermanos Porter y su grasiento bar. Que Amanda saque el rotulador rojo y se ponga en plan vengativo total. Y que Aiden siga embriagándonos con su acento. De hecho, como si quiere ser la nueva voz en off de la serie...

Y en el primer puesto, una de mis series favoritas en emisión. Da igual que la mitad de sus personajes me parezcan moralmente repulsivos y que haya un personaje/trama que me parezca un pegote desde la primera temporada. Durante gran parte del año es la primera serie que veo los lunes y siempre me deja con ganas de más. Construye sus temporadas como un mecanismo de relojería, tic tac, tic tac, acumulando tensión en escenas aparentemente anodinas, hasta llegar a unos finales de temporada brutales. Con permiso de Mad Men, puede que sea la serie más elegante y divertida en emisión. The Good Wife por fin vuelve a mi pantalla y yo no podría estar más contenta. Estoy deseando ver a Alicia y a Cary, y a Peter y a Will. Y a Eli y a la maravillosa Diane. Ojalá la mitad de las series de cable fueran tan buenas como esta serie de network.

(Cuidado, spoilers)






lunes, 26 de agosto de 2013

Bienvenidos al infierno

Hay series que todo el mundo conoce y que todo el mundo comenta. Son esas series oficialmente buenas, o que no lo son, pero que a saber por qué azar extraño, se ponen de moda. Cada vez que sale una noticia relacionada con una de estas series, ya sea el fichaje de un actor, la marcha de su creador, etc., las redes sociales arden con cientos de fans, encantados o indigados con el anuncio. De hecho, en ocasiones, la línea temporal de Twitter puede ser bastante cansina con este tipo de reacciones.

Luego tenemos esas series que tuvieron un efímero momento de fama y que, después, se han perdido en el anonimato y han seguido adelante, pero escondidas en la parrilla televisiva. Si fuera por el ruido que generan, diríamos que nadie las ve. Y, sin embargo, algunas pueden llegar a tener una vida bastante larga. En ocasiones, sus posibilidades de renovación o cancelación son una lotería, pero, a la postre, terminan haciéndose con unas cuantas temporadas, por increíble que pareciera.

Hell on Wheels pertenece a este último grupo. Es difícil hablar una serie que acaba de estrenar su tercera temporada sin caer en los infames espoilers, sobre todo teniendo en cuenta que el último episodio de su segunda temporada servía de algún modo de final definitivo de la serie (cuyo futuro entonces era bastante incierto) y que el episodio doble que se emitió hace un par de semanas servía de presentación de la nueva situación, reorganizando las fichas en el tablero.

Recuerdo que cuando comenzó, allá por 2011, creó bastante expectación, puesto que algunos la consideraban la heredera natural de una joya como Deadwood. Supongo que el problema de las expectativas es que son muy difíciles de mantener y rápidamente llegaron las críticas, algunas tan absurdamente injustificadas como que los nativos indios hablaran en inglés.

El argumento es relativamente sencillo: a mediados del siglo XIX, el exsoldado confederado Cullen Bohannon llega a Hell on Wheels, un poblado itinerante que se mueve con la construcción del primer ferrocarril que cruce Estados Unidos, mientras busca a los asesinos de su familia. El asentamiento es un hervidero de culturas e intereses enfrentados bajo el mando del empresario Thomas Durant, decidido a hacerse rico en la "conquista" del oeste.

Yo misma me sorprendo al defender una serie de un género que detesto: salvo contadas excepciones, los western suelen parecerme obsoletos y aburridos. Además, esta serie está lejos de la perfección. En ocasiones hay unas elipsis difícilmente justificables con el guión, que hace malabares para llegar a donde quiere. Sin embargo, yo que suelo tener bastante poca paciencia, he seguido con ella y se me ocurren dos motivos: por un lado, en la serie pasan cosas, la trama avanza con ritmo y resulta creíble (de hecho, es una de las series más crueles que he visto en mucho tiempo; aquí, amigos míos, la gente muere). Por otro, la fotografía es estupenda y la serie resulta un regalo para la vista. Los paisajes son magníficos y el cgi está bastante bien integrado (recordemos que los presupuestos son limitados).

Me da un poco de pena que AMC no haya tenido más suerte con esta serie. Sin ser Mad Men, creo que tiene un buen nivel de calidad y me habría gustado que la viera más gente. Ahora que acaba de empezar la nueva temporada, me parece un buen momento para descubrirla y, si la dejásteis aparcada, para darle una nueva oportunidad. Además, más de la mitad de los personajes están como una cabra. Y eso siempre es un plus.




viernes, 23 de agosto de 2013

Ya no te quiero

Esto de las series es una montaña rusa. Caemos rendidos ante los encantos del último estreno, vivimos un par de temporadas de pasión, sufrimos altibajos y, a veces, nos cansamos y terminamos dejándolo, con más o menos resentimiento o cargo de conciencia.

A algunas personas les cuesta más abandonar, sobre todo después de haber invertido tiempo y esfuerzo en una serie, después de haberse encariñado con los personajes y haberse preocupado por su devenir. Otras tienen menos escrúpulos y dejan colgada una serie sin demasiados miramientos. Yo me incluiría en este último grupo. Porque tampoco es plan de sufrir con algo cuyo principal cometido es proporcionar diversión. Salvo excepciones, a ninguno nos pagan por ver series, ¿no?

Esta mañana me he despertado pensando en True Blood, que acaba de terminar su sexta temporada; creo que yo la dejé a mitad de la cuarta. Es una serie a la que defendí bastante en sus momento, cuando muchos seriéfilos la denostaban por lo que yo precisamente consideraba su gran acierto: la falta de vergüenza de los guionistas. Era el esperpento hecho serie y eso me gustaba. Pero llegó un momento en que dejé de divertirme viéndola y la abandoné... Así que hoy, en "Teorías tontas de una mañana de viernes", tres motivos para dejar una serie:



Aburrimiento: que es precisamente lo que me pasó con la serie de los vampiros. La primera temporada fue interesante y, aunque no tengo muy claro que Allan Ball supiera lo que quería, a partir de la segunda, se desató la locura y me lo pasé de vicio. Su creador había sabido convertir unas novelillas bastante cutres en un explosivo cóctel de garrulismo, sexo y fantasía. Había momentos fallidos, pero la balanza se decantaba por la diversión. Si no recuerdo mal, la tercera temporada estaba tan pasada de rosca que varias conocidos "quedábamos" para verla con un chat en vivo que era la monda. El problema es que, en determinado momento, los torsos y las borderías de Pam dejaron de compensar las tramas aburridas y los personajes que sobraban. Así que nada, a la papelera. Hace unos días leí a @criticoenserie que esta temporada había remontado algo tras la marcha de Ball, pero no sé si quiero regresar a Bon Temps.



Falta de empatía: podríamos decir que es lo que me pasa con esas series de mujeres excesivas que Showtime fue sacando hace unos años. El mejor exponente sería Weeds, cuyo punto de partida era muy interesante y que durante las tres o cuatro primeras temporadas fue una de mis series favoritas. Podía llegar a entender por qué Nancy había decidido dedicarse a trapichear con drogas e incluso comprendía que la vida le había llevado por aquí y por allá (no me atrevo a decir mucho más sin llenar esto de espoilers). Pero llegó un momento en que los engranajes de los guionistas me rechinaban demasiado, esta mujer era capaz de librarse de manera inverosímil de los líos en los que se había metido y parecía que sus actos no tenían consecuencias (exactamente lo mismo podríamos decir de Jackie Peyton al final de la segunda temporada, cuando me bajé del carro). Por el camino iba arrastrando a los suyos con un egoísmo y una falta de humanidad que me resultaban muy molestos. Así que terminé odiando a la protagonista, que fue un poco lo que me pasó también con Dexter: solo quería que alguien le parase los pies, la detuviera y la metiera en la cárcel. Y tampoco era plan de pasarlo mal con una serie. Adiós. Ni sé cómo ha seguido ninguna de estas series ni me interesa demasiado.



Potencial: esta sería la típica serie que empiezas y a los tres o cuatro episodios ya sabes que no es para ti. Si te la han recomendado mucho, pues a lo mejor le concedes una temporada entera o incluso más, que es lo que yo hice con Happy Endings (¿divertida? ¿heredera de Friends? ¡Claro, claro! ejem). Hace un par de semanas comentábamos por twitter que hay que dar un margen a las series, porque a veces necesitan tiempo para encontrar su voz, pero es cierto que cuando ya tienes cierto bagaje seriéfilo, sabes si una serie tiene potencial para gustarte, si va a ser de las tuyas o no.










En definitiva, ¿para qué perder el tiempo con una serie que no te aporta demasiado cuando hay tanto bueno por ver? Cada año se estrenan numerosas series, muchas de las cuales se quedarán por el camino. Lo de las seis temporadas y una peli es un bonito lema y es evidente que esto es un negocio: mientras haya público, una serie seguirá adelante, aunque ya no tenga nada que contar, si es que alguna vez lo tuvo. Otra cosa es que tú, como espectador, seas masoca y quieras seguir sufriendo con algo que ya no te aporta nada. Tú decides.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Camino de perfección



A sus 85 años, el maestro Jiro Ono aún se esfuerza por crear la pieza de sushi perfecta. Y esto a pesar de que su restaurante Sukiyabashi Jiro cuenta con tres estrellas Michelin. El documental Jiro dreams of sushi, estrenado en 2011, nos muestra la fascinante personalidad de quien, a pesar de la edad y el reconocimiento mundial (Joël Robuchon afirma que es uno de sus restaurantes favoritos), confiesa que aún no ha alcanzado la perfección.
 

A lo largo de 80 minutos de elegante y sugestivo metraje, descubrimos la biografía del maestro, que a los nueve años se marchó de casa y que ni siquiera asistió al funeral de su padre. Conocemos su filosofía de silencioso esfuerzo y abnegación, escuchamos las opiniones de sus dos hijos, uno de los cuales tiene sobre sus hombros la difícil tarea de suceder al maestro, sus cocineros y aprendices, sus proveedores... Recorremos la lonja del pescado de Tsukiji, donde asistimos al examen minucioso de los atunes (o, más bien, sus colas), en la búsqueda obsesiva del ejemplar ideal para el restaurante (un minúsculo local en Giza, para el que hay que reservar con más de un mes de antelación y calcular a partir de 230 euros por comensal). 


Puede parecer aburrido, pero es un documental hipnótico. No solo por el primor con que se ve preparar cada uno de los alimentos, sino porque la fuerte personalidad del maestro y la disciplina de la que se rodea son alucinantes. Para ser cocinero en Sukiyabashi Jiro hay que pasar por un periodo de aprendizaje de diez años, en el que se empieza estrujando trapos para, una vez dominada esta tarea a la perfección, ir superando otros obstáculos.
Por el camino quedan aquellos que apenas aguantan un día. La cocina es un baile de pulcritud y precisión, un homenaje lleno de respeto a los mejores ingredientes, que va más allá del beneficio meramente económico. Gambas que se hierven al momento de servir, arroz cocinado a presión mediante métodos artesanales aparentemente sencillos, pulpos que se masajean durante 50 minutos para ablandarlos. Y todo esto nos lo muestran sin alharacas ni fuegos de artificio. Desde el silencio o con piezas de música clásica sutilmente combinadas con las imágenes. 


En una época en que todos buscan la notoriedad, el éxito rápido y el dinero fácil, el maestro Jiro da una lección de compromiso y trabajo silencioso. Y es una gran alegría ver que su vida de esfuerzo se ha visto recompensada con el más alto galardón, incluso sabiendo que quizá nunca vayamos a tener la oportunidad de disfrutar de su arte. El documental es en cierto sentido un ejercicio de nostalgia, ya que no duda en subrayar la excepcionalidad del maestro y la imposibilidad de que sus sucesores lleguen a su nivel de perfección, y aún así, no resulta amargo ni excesivamente sentimental. En realidad, se trata de una sosegada celebración del trabajo bien hecho y la búsqueda de la perfección. Imprescindible.


martes, 20 de agosto de 2013

¿Demasiado moderna para ser verdad?

La HBO acaba de mostrar un teaser trailer de la tercera temporada de Girls, que aquí emite Canal+.

Comentaba @Jaina_s ayer por twitter que el vídeo es una modernez, pero ¿acaso no es esa precisamente una de las principales señas de identidad de la serie? En primer lugar, debemos tener en cuenta que se trata de la HBO, un canal que es muy consciente de su papel histórico a la vanguardia de las series de calidad. No siempre cumple con ese papel y, desde hace algunos años, hay otros canales que le van a la zaga, pero sus directivos son muy conscientes del espacio que quieren ocupar dentro del cable estadounidense. Además, creo que con Girls han conseguido lo que no consiguieron con otras series como Bored to Death o la fallida Family Tree: no solo crear un estilo propio y destilar modernidad, sino también interesar al público e, incluso, divertirlo.


Me río de los que comparan Girls con Sexo en Nueva York, pero hay que reconocer que ambas cumplen un papel de representación generacional. Me gusta pensar en la primera como en el reverso de la segunda. Donde la serie de Sarah Jessica Parker era glamour y sofisticación, Lena Dunham nos quiere enseñar a gente más joven, más miserable y más perdida en la ciudad. Sus veinteañeras mimadas tienen un concepto de la amistad mucho más sucio y realista. A pesar de la falta de empatía con sus personajes (que creo que es precisamente lo que busca la creadora), sus celulitis, sus borracheras y su mala educación me resultan mucho más cercanos que los manolos y la filosofía de baratillo de Carrie Bradshaw.

Girls probablemente sea a esta década lo que Reality Bites fue a los noventa. La cuestión es si ya es la voz de una generación o si tanta modernidad terminará por quemarla. En cualquier caso, un mero trailer con fotos de rodaje subidas a Instagram ha conseguido que las redes hablen de ella, aunque sea mal. ¿Y no ese precisamente el objetivo, y más en esta época de redes sociales y trending topics?


domingo, 18 de agosto de 2013

It is a truth universally acknowledged...



El 28 de enero de 1813 se publicó la obra anónima Pride and Prejudice que, en realidad, había sido escrita por una joven llamada Jane Austen. Creo que nadie imaginaría que 200 años después, la autora seguiría totalmente vigente y su obra gozaría de una salud de hierro. 


Ayer se celebró en el Parque del Retiro de Madrid un picnic conmemorativo de dicha publicación, organizado por el foro Salón de té de Jane. Aún no sé muy bien qué casualidad me llevó a contactar con las organizadoras, pero terminé formando parte del picnic y me gustaría contaros la experiencia:


Después de encontrarnos en la entrada del parque, nos dirigimos al rincón donde se iba a desarrollar la jornada. Algunas de las participantes iban a acompañadas por sus parejas, otras llevaban primorosos trajes de la Regencia y casi todas portábamos nuestro ejemplar de la novela, nuestras cestitas y nuestros manteles de picnic. Una vez instaladas, se presentó el evento, que comenzó con la lectura de nuestros pasajes favoritos de la novela y una breve explicación del motivo: se mencionó la vigencia de los sentimientos universales que describe, la calidad de la prosa de Austen, la sorprendente ausencia de la cursilería y el romanticismo exacerbado que se le suele atribuir, la profundidad psicológica en la caracterización de los personajes, etc. A continuación, tras un pequeño concurso en el que había que identificar la adaptación de la novela a partir de unos fragmentos de diálogo (¡en castellano!), nos obsequiaron con unos preciosos regalos (marcapáginas y tarjetas) y se desarrolló un divertido “photocall” junto a un Darcy de tamaño natural que habían traído las organizadoras.  

Después de comer continuamos con un Trivial de Orgullo y Prejuicio, que ganó el equipo Charlotte/Collins, del que yo formaba parte (¡viva! ¡viva! me siento casi tan orgullosa como cuando ganábamos al trivial en las fiestas de mi colegio mayor en Salamanca), victoria por la que fuimos galardonadas con un paquete de sutiles galletas de limón. Después nos trasladamos a El Espejo, donde si las temperaturas no hubieran sido abusivas, habríamos tomado el té. Ese fue el momento de la despedida, aunque algunas de las asistentes aún continuaron con una cena temática. 


Estoy sumamente agradecida a M.ª Carmen, Almudena, Mila, Victoria y todas las demás chicas del foro por habernos invitado a mi querida amiga Juana y a mí a su encuentro. Disfruté muchísmo de la jornada y fue fantástico poder conocer a gente tan generosa, implicada y entusiasta de la obra de Austen y de la literatura del s. XIX. Sé que nos volveremos a ver pronto y que podremos seguir charlando y divirtiéndonos con el gran placer que proporciona la lectura. 

Por lo demás, solo me queda invitar a todo el mundo a leer o releer la gran novela que es Orgullo y prejuicio; aunque existen fantásticas versiones en castellano, a quien pueda siempre le recomendaría acercarse a la obra en su idioma original: efectivamente, la autora describe con una sobriedad y una precisión quirúrgica unos sentimientos que son perfectamente válidos hoy en día, y no hay mejor manera de disfrutarlo que en el idioma original. Orgullo y prejuicio es mucho más que una comedia romántica. Y esta efeméride es la excusa perfecta para volver a descubrirlo.